¿Por qué tenemos sueños y pesadillas?
En nuestra vida no hay nada más extraño que las fantasías creadas en los sueños, algunos de los cuales pueden ser agradables, con toda la alegría y el romance que han inspirado a los poetas desde tiempos remotos. Despertamos frustrados de saber de saber que sólo fue un sueño.
Otros sueños son tan extraños que resultan desconcertantes: en ellos aparece gente en la que no habíamos pensado durante años; otros personajes son mezcla de dos o más conocidos; las décadas se entremezclan; hacemos cosas a las que nunca nos atreveríamos en la vida real.
Hay sueños que resuelven algún problema. Vemos dónde se localiza un objeto perdido. Obtenemos la respuesta a algún tema del trabajo o a ciertas dificultades. La solución se presenta en una milagrosa luz de sabiduría, y la recordamos llenos gratitud al despertar.
En otros sueños nos encontramos en acciones desesperadas: las puertas se cierran rápidamente para nunca abrirse; los trenes parten mientras hacemos angustiosos esfuerzos por alcanzarlos; intentamos correr, pero nuestras piernas no responden. Poco después, el sueño desagradable se convierte en una pesadilla, de la que la víctima despierta aterrorizada, temblando y empapada en sudor.
El psicoanalista Sigmund Freud, quien nos legó el primer estudio comprensible, los sueños, creía que algunos son una especie de deseo contenido, íntimamente relacionado con las profundas reacciones emocionales de la infancia. Los sueños revelan sentimientos y pensamientos reprimidos, usualmente en forma disfrazada.
Hoy día, muchos psicólogos afirman que los sueños son una extensión de la ciencia diurna, un proceso en el que confrontamos ideas, sentimientos e impresiones mentales que adquirimos de diversas fuentes, durante las horas en que estamos despiertos. Sucesos extraños e inexplicables se presentan en los sueños porque la mente consciente y alerta del día permanece dormida: las acciones que la mente consciente controlaría en las horas de vigilia quedan en libertad.
Algunas pesadillas, experimentadas una vez o más en un año por casi la mitad de la gente, pueden tener sus raíces en la infancia y son muy vagas. Otras son producto de experiencias reales y traumáticas en las que interviene el sujeto, como un accidente automovilístico, un incendio o la muerte de algún pariente cercano. Los estudios muestran que ciertos tipos de personalidad, en particular quienes llevan a cabo un trabajo creativo, son más propensos a padecer pesadillas.
Estudios hechos con electroencefalografía han dividido el sueño en fases. Al registrar con este método los impulsos eléctricos del cerebro, sabemos que Ios sueños ocurren durante periodos en que hay movimientos oculares rápidos (MOR), unas cuatro o cinco veces durante la noche y con una posible duración de 20 minutos cada uno.
Durante el MOR, el cerebro tiene una actividad desmesurada. La gente que se despierta en esta fase, suele informar de sueños muy reales, recordándolos en detalle. Esto puede explicar por qué recordamos algunos sueños y otros no. Los sueños que recordamos probablemente suceden en una fase MOR próxima a la hora de despertar.
Los bebés tienen más fases de sueño MOR, lo mismo que las personas que han sufrido alguna lesión en la cabeza. Los científicos dicen que ello puede indicar que el sueño MOR desempeña un papel preponderante para promover la actividad cerebral. En los primeros años de vida, las impresiones que recibe un bebé, registradas en el sueño MOR, quizá determinen los patrones que habrán de definir su personalidad.
Al registrar la actividad cerebral durante el sueño, algunos investigadores creen poder ubicar el sitio exacto de la mente o "psique". La localizan dentro del sistema límbico, el cual está situado en un semicírculo a mitad del cerebro. Afirman que esta región actúa como la oficina ejecutiva del cerebro y decide qué sucesos han de archivarse en la memoria y cuáles deberán ser olvidados. El proceso del sueño, sugieren, es esencial para que estas estructuras dentro del cerebro funcionen adecuadamente.
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