Hasta en el Antiguo Testamento alertan sobre la manía de hacer torres cada vez más altas hasta alcanzar el cielo. En aquél entonces el fastidio fue tal que Dios les cambió el lenguaje a todos los constructores y nunca más los seres humanos pudimos entendernos.
Somos una Babel. Sin embargo reincidieron los constructores medievales de catedrales inmensas, y lo que creíamos el súmmum ocurrió en Nueva York cuando se inventaron casi simultáneamente el hormigón armado y los ascensores. Porque ¿de qué sirve un edificio altísimo si después demoras tanto tiempo en llegar a tu oficina?
Cuando hicieron las Torres Petronas parecía que el hombre había llegado a su límite, pero no, luego vino Burj Khalifa de Dubai y entonces sí que los ingenieros dijeron que era el final, pues no parecía haber forma de superar el balanceo de un edificio tan alto sin que se resquebrajase la estructura. El viento no perdona ... y el terrorismo tampoco.
Pues bien, Arabia Saudita ya aprobó el proyecto para hacer un edificio que superará nada menos que en 828 metros a ese que se consideraba el techo de la arquitectura vertical. Es el doble de altura que el Burj Kalifa. La palabra la tiene el mundo petrolero y musulmán, que harto de tanto desierto y tanta perforación hacia abajo, ahora avanza hacia arriba.
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